viernes, 10 de agosto de 2012


Yo tenía alrededor de 14 años, me interesaba por las chicas, pero en su justa medida. Había bajado al supermercado a comprar un bote de tomate que mi madre me había encargado, cada vez que a mi madre no se le ocurría nada que cocinar hacia espaguetis. Una vez dentro del supermercado agarre el bote de tomate de la marca que me habían encargado y me dedique durante 5 minutos a mirar, buscar y pensar que me iba a comprar. Al final me decante por un pequeño bote de galletitas saladas.

En la larga cola de la caja estuve pensando en que hacer esa tarde, eran las vacaciones de verano y me sentía ya adulto para hacer lo que quisiese, al final tome la decisión, a lo mejor bastante infantil, de quedarme toda la tarde jugando a video juegos. Cuando estaba metiendo la compra dentro de la bolsa de plástico,  bolsas que siempre me han dado mucho asco por el tema medioambiental, es cuando vi  fugazmente su  silueta, supongo que es la misma sensación que tiene los católicos fervientes cuando dicen que han visto un ángel,  cuentan que sienten un paz interior descomunal, que todos tus pensamientos tristes desaparecen, pero que pasa tan rápido que ni siquiera eres capaz de verlo con claridad. Durante ese fugaz instante vi una melena larguísima y pelirroja, no me dio tiempo a ver nada mas ya que ella estaba entrando en la tienda y yo saliendo. Pensé millones de frases que decirle en un solo segundo, pero no pude abrir la boca, lo único que hice fue sujetar la puerta para que entrase y recibir un “muchas gracias” por su parte. A continuación cerré la puerta embelesado.

Han pasado muchos años y ese sentimiento nunca lo volví a tener, tuve muchos parecidos, pero aquello no se me olvidara en la vida.